Que tipo joven Rodolfo Mederos. No importa que tenga sobre la espalda los inicios de su carrera al lado de Astor Piazzolla, que haya conocido a Osvaldo Pugliese para luego formar parte de su orquesta, que haya creado Generación Cero en los años 70’s y desarmado todos los cánones del tango para proponer algo novedoso, disruptivo, revolucionario. No importan su incontables reconocimientos, de sus propios pares, músicos y referentes de la cultura, y en formato físico como los premios konex que lo engalanaron en más de una oportunidad. No atentan contra su juventud el haber acompañado hace ya tiempo al Flaco Spinetta, a la Negra Sosa, que haya tocado con Daniel Baremboim.

No importan sus casi 84 años (eso no niega en absoluto su juventud) porque el tipo sigue buscando, se sigue preguntando, sigue mirando y acompañando a los pibes, por pura curiosidad, por saber qué está pasando, lejos de los pedestales donde muchas veces con total lógica se paran los grandes maestros, los íconos, los referentes.

“Soy insaciable”, dice Rodolfo Mederos, que ayer nos regaló un exquisito encuentro de Música y Reflexiones junto al también bandoneonista Miguel Caragliano y la Orquesta Devera´s Tango en el ameno auditorio del Cine Jardín 901.

Luego de la introducción de su alumno, compañero de trabajo y amigo Caragliano, con un solo de bandoneón interpretando “Nuestros hijos”, de Mederos – Generación Cero, y poniendo en clima al auditorio, se sumó el propio Rodolfo y sucedió un diálogo, intercalando exquisitas ejecuciones musicales como “Nunca tuvo novio”, de Agustín Bardi y Enrique Cadícamo, el solo del Maestro que nos permitió zambullirnos en un universo al que pocas veces los grandes nos dejan entrar, el de la propia historia, y el propio camino, sincero y generoso. Tras ejecutar a dúo “La cachila”, de Eduardo arolas, la charla siguió su rumbo.

Orgulloso hijo de padre ferroviario que a los 5 años le regaló un bandoneón, la historia de Mederos se ciñó siempre a la búsqueda, la curiosidad y la voluntad, con la enseñanza inicial que le dejaban las orquestas típicas que escuchaba en la radio a la hora de la cena. “Para saber cosas hay que hacerlas, tener sed y saciarla. La vida se aprende viviendo, la música se aprende tocando”, asegura y resume que todo se puede hacer con “deseo, voluntad y paciencia”.

“Si hay un destino, ese era la música”, reflexiona el Maestro, reconociendo que siempre fue anárquico en el tránsito de ese camino y eso fue lo que le permitió encontrar expresiones tan diversas en el sendero de su joven vida.

“De todos aprendí mucho”, asegura mencionando a los que estuvieron a su lado, pero aclara que la enseñanza más importante que le dejaron, por ejemplo Piazzolla y Pugliese, es hacer su propia historia. “Necesito sentir que yo camino por el camino que elijo”, piensa Mederos y advierte que “la música es un elemento de cambio”.

Entre los temas que regalaron en el escenario también se pudo apreciar a dúo “Garúa”, de Aníbal Troilo, y el solo de “Adiós Nonino”, de Astor Piazzolla.

Siempre entre bandoneón y palabras, Mederos transita la noche deambulando en la historia, el presente y sobre todo el futuro de su propia vida, de la música, del tango. “Hay que tener el oído puesto en el pasado y la vista en el futuro”, piensa, y se mete en un tema que puede resultar polémico para muchos nostálgicos, que tiene que ver con la vigencia del tango. Y ahí su sensación es contundente: “No se le puede pedir más al tango porque ya ha dado demasiado”, sentencia, aclarando que si le sacan sangre le sacan un pedazo de tango”, pero “yo ya ví lo que pasó, quiero ver lo que está pasando”. Qué maravilla.

“Nunca me quedé encerrado en la burbuja del tango”, agrega el Maestro, abierto siempre como una ventana de par en par a todas las músicas.
Cuenta después que como ser urbano le gusta la música urbana y que incluso hoy se encuentra formando una banda junto con tres pibes de poco más de 20 años, que eran alumnos suyos y ahora disfruta como colegas, compañeros de trabajo. Aclara que no hacen tango y que no podría definir en palabras qué es lo que hacen, pero él se siente muy a gusto. Y sigue buscando.

Sobre el final, para coronar una noche inolvidable, la orquesta Devera’s Tango junto a Mederos, ejecuta “Zorro gris”, con letra de García Jiménez y música Rafael tuegols; Gallo ciego, de Agustín Bardi; Comme il faut, de Eduardo Arolas; “Milongueando en el 40”, de Armando pontier; y “El flete”, de Vicente Greco.

“La edad es una circunstancia. Soy un niño que va buscando desesperadamente. Soy un niño de 83 años”, dice un tipo que puede contar de primera mano conversaciones con Piazzolla y Pugliese y a pesar de eso sigue buscando.
La búsqueda entonces quizá sea la clave de la eterna juventud.

Rodolfo mederos - cultura para armar